
Este desgraciado es el responsable de lloros y frustración por dos veces consecutivas en menos de cuatro días en nuestro centro de operaciones del Taunus. Es el botón a veces llamado "página anterior", a veces "atrás" de tu navegador favorito.
Y es que las dos moradoras de esta casa acceden a su correo electrónico a través de una página web. La primera obligada profesionalmente, porque ése es el único interfaz que ofrece la redacción de su revista para leer y escribir emails. La segunda moradora lo hace porque es de una generación completamente distinta a la mía. Una generación en la que Thunderbird y todos esos programas raros ya no se llevan porque con ellos no se puede acceder a todos los emails, siempre, se encuentre uno en el ordenador que se encuentre.
Pero cuando se lee el correo con un navegador, el botón de retroceso en general está maldito. No se puede dejar el email que estabas redactando, volver atrás por cualquier razón (p. ej. para copiar una dirección de tu bandeja de entrada), volver hacia adelante, terminar de escribir el correo y enviarlo. No se puede porque dentro de una aplicación web, el servidor mantiene abierta una sesión en un estado basado en la posición en la que cree que se encuentra el navegador del usuario. Si el usuario manipula su posición (p. ej. con el botón de retroceder) sin que se entere el servidor, los datos que recibe el servidor en un momento dado no son los que estaba esperando del cliente en esa situación. Y eso es lo que puede originar extraños efectos, como que un email se envíe dos veces, o que de repente la aplicación web se cierre con un artículo a medias (preguntad a la Sra. Tempora-Mores), o que al retornar al correo en el que has trabajado veinte minutos de repente se encuentre vacío (preguntad a la joven D).
Como dice el experto en usabilidad Don Norman (de quien me estoy leyendo este excelente libro) la culpa no es del usuario, incluso aunque él o ella se avergüencen y lo crean así. Y también dice que si el botón de "atrás" de tu aplicación no lleva siempre a donde el usuario espera, hay que deshabilitarlo.
El problema es que no se puede deshabilitar el botón de "atrás" de un navegador. En todo caso se puede crear una ventana de navegador nueva en la que no se muestre el botón, pero sigue activo y se puede p. ej. ejecutar su función por medio de atajos en el teclado. He leído ciento y un trucos para tratar de sortear el problema: desde pedir confirmación al usuario antes de abandonar la página actual (elegante, como hace p. ej. Blogger) hasta forzar al navegador por medio de JavaScript a que no pueda retroceder (horrible: el usuario se extrañará de que el botón no funcione y empezará a hacer clics encima como un poseído, confirmándose así, por cierto, mi teoría sobrenatural de la maldición) .
La pregunta del millón sin embargo es: ¿qué es en primer lugar lo que está mal diseñado en el interfaz de web de Outlook y en la página de Hotmail, que hace que el usuario perciba la necesidad de abandonar los controles de la aplicación y tener que retroceder con el botón del navegador?