Esta semana he terminado de leer “The Bilingual Family, A Handbook for Parents” (“La Familia Bilingüe, Un Manual para Padres”) después de que Uli hubiera hecho otro tanto. ¡Qué alivio saber que existen términos precisos para todos los fenómenos del maremágnum babélico que rige esta casa! Se siente uno acto seguido mucho más tranquilo.
En general, cuando Uli y yo dialogamos, ella habla en alemán y yo en español (la gente en el metro siempre nos ha mirado algo raro; una vez incluso nos interrumpió un joven interesándose por los detalles de nuestra relación). Sin embargo, algunas veces me paso de un idioma al otro, introduciendo palabras alemanas en el resto del discurso castellano. Esto es el llamado “code switching” (cambio de código).
El caso más sencillo -y razonable- ocurre cuando utilizo topónimos (“Frankfurt” en vez de “Fráncfort”), nombres de calles (“Unter den Linden”), lugares públicos (“Hauptbahnhof” en lugar de “la estación central”) o edificios ("alte Oper" en vez de “la vieja ópera”), líneas de tranvía (“S5” pronunciado en alemán), programas de televisión (“Wer wird Millionär?”), etc.
El principio de la economía lingüística me lleva también a pronunciar en alemán palabras que tendrían una traducción farragosa. Si es un sustantivo, lo inserto en la oración española sin declinación y con el artículo alemán traducido al español respetando el género original, por ejemplo “el Betriebsrat” (comité de empresa).
También cambio de código con conceptos con los que me he familiarizado en Alemania, generalmente bastante especializados. Como nunca he tenido que cuidar mi césped o visitar a una comadrona en España, que nadie me pregunte cómo se traducen Vertikutierer o Dottersack.
En otra categoría están las palabras alemanas que me gustan, que encuentro más precisas o simplemente más cómicas, y que por eso se me escapan: hoy ha sido por ejemplo “nachplappern” (repetir como un papagayo). Hablando de repetir: Cuando cito en estilo directo a alguien que habla en alemán, también lo hago en ese idioma (“..y Holger me dijo: ‘Der Film wird Dir gefallen’”). Esto ocurre a menudo cuando le cuento a Uli cosas del trabajo.
Un hecho interesante, que también he observado en mi persona y que es conocido por los expertos como “triggering” (disparo, desencadenamiento), ocurre cuando tras un préstamo lingüístico el hablante cambia inconscientemente al segundo idioma, p. ej. “..he comido Bratwurst und danach einen Kaffee getrunken”. “Bratwurst” es el préstamo aislado, el nombre de la salchicha. El cambio completo al segundo idioma se observa porque la gramática tras la conjunción “und” ya no respeta las normas del español (verbo al final).
Cuando estoy en el trabajo, evidentemente comunico en alemán con los compañeros. Sin embargo hay dos cosas que sólo sé hacer bien en castellano: contar y maldecir.
Recíprocamente, Uli es más conservadora que yo en su lenguaje. Lo único que se le ha escapado hoy en español ha sido “bebé” y “payaso”. No, con el último no se refería a mí.