sábado, enero 30, 2010

46 millones de españoles sí pueden estar equivocados


Se ha convertido ya en una especie de ritual (por no decir running gag), parte de la llamada por teléfono a mi familia en fin de semana:

Yo: "Pues nosotros acabamos de comer, y estamos tomando un café."
El auricular: "¡Ay, qué pronto! Pues mira, nosotros ni hemos empezado a hacer la comida. Es que claro, vosotros lleváis otro ritmo..."

Si está puesto el manos libres, la Sra. Tempora-Mores sonríe. Los españoles coquetean con "su ritmo", se diría incluso que están orgullosos de él: en España no se desayuna, se toma sólo un café... pero luego se almuerza. Se va uno a comer a mediodía cuando en el resto de Europa se vuelve al trabajo. La gente se toma dos horas de pausa para comer, y luego se ponen a cenar a la hora en la que otros se van a la cama. ¿Por qué? ¿Es cultura? ¿El clima? ¿El estilo de vida mediterráneo? No chicos, no. En primer lugar, no toda la vida ha sido así: estos "horarios españoles" empezaron en la posguerra (sobre 1940), es decir, hace como máximo unas tres generaciones, y si hay que creer lo que dice el ARHOE al parecer... por culpa de los alemanes.


Antes de 1940 España vivía en el huso horario de Europa Occidental (también llamado WET o UTC) igual que por aquel entonces el Reino Unido, Francia o Portugal. El ritmo de vida iba regido por la posición sol y, al igual que en otros países, la gente comía más o menos a la una y cenaba más o menos a las ocho. Entonces los nazis empezaron a expandirse por Europa y fueron instalando el huso horario propio de Europa Central (CET o UTC+1) en los países ocupados. Así, Francia y el Benelux cambiaron al CET (adelantaron los relojes una hora) en Mayo de 1940, y con ello sucedió que el sur libre de Francia y España (que se encontraba en esos momentos en horario de verano) empezaron a tener una hora de diferencia con sus vecinos. España había cambiado al horario de verano (adelantado los relojes una hora) el 16 de Marzo de 1940, y estaba previsto que volviera al horario de invierno (retrasara los relojes una hora) en otoño, pero ello nunca llegó a ocurrir en 1940. La gente en esos momentos tenía otras preocupaciones (sacar adelante su jorobada vida, vaya) y no se dio ni cuenta. Tampoco en 1941 se tocaron los relojes. Y de repente, el 2 de Mayo de 1942, como si de un cambio a horario de verano se tratara, se volvieron a adelantar los relojes por segunda vez consecutiva, con lo que efectivamente España pasó a usar el CET, al igual que Francia y Alemania.

Portugal (que no participó en la segunda guerra mundial) continuó con el huso horario que geográficamente les correspondía, el WET. Y sin embargo, España, que está mucho más al Oeste que Francia, y donde por tanto el sol sale y se pone más tarde, paradójicamente adquirió el mismo huso horario que ella. Pero los españoles, que seguían orientándose por el sol y no se dejaron engañar por la nueva hora oficial, continuaron comiendo y cenando a la misma hora de siempre (una y ocho de la tarde, hora solar) aunque el reloj indicara otra cosa (dos y nueve de la tarde).

Paralelamente apareció un fenómeno en España que acentuó más el extraño horario nacional: el pluriempleo. En una sociedad poco industrializada y humanamente mermada, para reconstruir un país había que trabajar por dos. La gente madrugaba bastante y trabajaba de contínuo hasta las dos, donde necesitaban una pausa larga para descansar, para poder ir después a la segunda jornada, la de la tarde.

Y así se han quedado las cosas hasta como las conocemos hoy. ¿Algún problema con ello? ¿Contentos todos con sus horarios? Citando un blog afín al ARHOE:

Primero, si no tenemos reparo en tener la anomalía de almorzar a las dos y de cenar a las nueve, entonces deberíamos ser coherentes hasta el final y empezar a trabajar a las diez de la mañana. Pero esto no sucede, y descubrimos con asombro el primer problema: alargamos la jornada laboral ¡por la mañana!, empezando demasiado temprano, según la hora solar. Y como luego no aguantamos cinco horas trabajando, después de habernos levantado demasiado temprano como para tener ganas de desayunar, muchos han adoptado la costumbre, verdaderamente curiosísima, de "ir a desayunar" a "media mañana", y aquí se pierde la primera media hora. Segundo, dedicamos demasiado tiempo a la pausa del mediodía, a menudo dos horas, cuando no hace ninguna falta para una jornada laboral moderna y eficaz, ni tampoco da tiempo a la mayoría de los españoles, en nuestra entorno bastante más urbano que en los países de nuestro entorno, para irse a casa y volver sólo para comer (en cualquier caso, los niños se han quedado en el colegio). Total: hay cada día laboral una hora y media, casi el 10% de nuestro tiempo despierto, o ¡casi dos semanas en un año!, que se diluyen en la jornada laboral y se pierden irremediablemente para la vida privada. ¡No extraña el sentimiento de frustración de muchos españoles, cuando piensan en su horario!

Ya sé lo que contestaré la próxima vez por teléfono mientras tomo el café: "Mirad, yo ya he comido y vosotros sois víctimas sufridoras de un error histórico-político que os ha conducido a un ritmo de vida anacrónico, que influye negativamente en la siniestralidad laboral, la baja productividad, el fracaso escolar y la discriminación laboral de la mujer. ¡Qué aproveche!"

domingo, enero 17, 2010

sábado, enero 02, 2010

¿Pin pa qué?


Lo único que realmente esperaba solucionar con mi actualización a Windows Mobile 6.1 sigue sin funcionar, a saber, que no sea posible leer recordatorios del teléfono sin introducir el PIN.


Las entradas del calendario en el móvil se guardan siempre con recordatorio por defecto. Así que cualquier fulano que encuentra un móvil Windows apagado/bloqueado y lo enciende puede hojear en el acto todos los contenidos del calendario del aparato desde el momento en que se apagó hasta el momento actual, incluídas fecha, hora, lugar y texto de las entradas. El PIN se introduce después. O no se introduce, y se vuelve a apagar el aparato como si nadie lo hubiera tocado.

¡Claro que se puede prescindir de recordatorios al crear entradas en el calendario!, pero son muy útiles. Y claro que nadie debería almacenar información sensitiva en un móvil sin encriptar antes con alguna herramienta segura y gratuita (a fin de cuentas, si alguien con equipo y medios adecuados se apodera físicamente del móvil puede acceder a su contenido, con o sin PIN). Y claro que no hay que dejar el móvil desatendido en ningún sitio, porque te lo pueden robar. Pero yo no estoy hablando de robos o de defenderse de la NSA, del CESID o del BND, sino que estoy hablando de evitar que un curiosete que casualmente pasa por al lado de tu móvil meta las narices donde no le corresponde. Y en este caso la protección de datos por medio del PIN es incluso más relevante que la contraseña para un ordenador de sobremesa, que suele quedarse en casa a salvo de la curiosidad de terceros.