viernes, octubre 21, 2011

Auxología aplicada


El hecho de que nuestra cabeza esté, generación tras generación, cada vez más alejada del suelo nos debe de ser conocido a todos: ya hemos visto una armadura medieval en un museo y hemos pensado que pertenecía a un enano, seguro que nos hemos golpeado la frente en el marco de una puerta antigua y nos hemos preguntado cómo de pequeñas eran las personas que pasaban por ella... y tenemos que encorvarnos para poder planchar.

Sin ir más lejos, vomitar ya no es lo que era. La distancia desde la boca en posición erguida hasta al retrete es hoy por hoy insalvable para un grumo de vómito sin el peligro de que caiga fuera. Claro que ante la emergencia puede uno arrodillarse o darle un abrazo al señor Roca, como se suele decir. Pero... ¿no es verdad que el peristaltismo inverso no responde a razones? ¿y si la necesidad emética sobreviene fuera de casa, digamos, en un establecimiento de consumo alcohólico? ¡No vamos a sentarnos con nuestros pantalones Hollister en un suelo que da asquito y no queremos arriesgar una mancha ácida en los zapatos de ante!

La industria de la fontanería ha identificado esta necesidad, y tengo el orgullo de presentaros la "pila de vomitar" (a la derecha):

Fotografía tomada en los servicios para hombres de una taberna en Bad Homburg.
N.B.: En los de las mujeres no había tal pila.

He tenido que informarme un poco para saber que la cosa no era una broma.

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