jueves, mayo 17, 2007

Haciendo el mono

Mientras las dos moradoras de la casa, al aire libre en un día tan bonito, tratan (en vano) de depurar responsabilidades sobre el innegable hecho de que una se ha dejado las llaves en nuestro centro de operaciones, y además metidas por dentro en el cerrojo, alguien más pragmático baraja ya mentalmente todos los posibles cursos de acción:

  • llamar al cerrajero (en un día festivo: 70+ €);
  • echar la puerta abajo como en las películas (funcionó una vez en casa de mi madre, pero es algo más difícil con puerta blindada);
  • romper un cristal ($$$+);
  • esperar a que una fluctuación cuántica saque espontáneamente la llave del cerrojo y caiga a tierra (pero no tenemos todo el tiempo del mundo);
  • entrar por la ventana abierta del tejado saliendo por la buhardilla del vecino.
Como ya hay algo de experiencia, no me lo pienso dos veces, y aunque yo no quiero, el vecino insiste en atarme un arnés. Un viandante hace una foto. Los hados nos son favorables. Hasta la próxima...

3 comentarios:

_-_-_-_-_ dijo...

Me alegro que hayas sobrevivido a semejante imprudencia. Por otro lado, ¿ibas descalzo para tener mayor adherencia? ¿La gente ha dejado de llamarte marcos y ahora te llama Pepe, i.e. Peter Parker?

Lo mejor de todo es que, almenos tú, te cuidarás mucho de que se quede ninguna llave puesta por dentro.

Au!

Marcos dijo...

Sí, se ha establecido ahora un código estricto en el ámbito "lugar de deposición de llaves" del que soy el más ferviente seguidor.

Descalzo para tener más agarre, claro. Las zapatillas del Valencia ya se me rompieron.

_-_-_-_-_ dijo...

No sólo es el tema de las zapatillas del Valencia, sino que en el otro post comentas que estabas fijando unas tejas que se habían desprendido. ¡Qué peligro!